Cuentos de bar II
Isabel bella mujer, boca de clavel en capullo...
Mis suspiros eran hondos, tan hondos como el dolor de no obtener su absolución. Cansado de ser el gilipollas de la noche, me bebí unos tragos que me llevaron al catre de Adelina, debí haberla follado con desespero porque reía satisfecha. Pobre criatura si adivinara que aquellos polvos no le pertenecían, que era esa mujer tan corriente y frívola la que me tenia de revés, esa, a la que solo podía adivinar entre sus anacos descoloridos, esa tumba humana a quien estaba dispuesto a descubrir... tarde que temprano. La zorra de turno recibió buen dinero de mi bolsillo acomodado, me duche en casa y el agua caliente corría por mi cuerpo devolviendo alivio a la libido que saciada estaba.
En el transcurso de la semana no volví a saber del bar, debía regresar a mi oficina a ponerme de acuerdo con otros socios en la compra de nuevas tierras pescadas a bajo costo. Mientras tomaba mi descanso habitual, un café me trajo su recuerdo, cuando cierta vez note en el vaso de Isabel su boca marcada con un pinta labios rosa.En el acto, desee tomar de su taza, posar mis labios en aquella marca deliciosa repasando mi lengua borrando con ella toda señal, comiéndome su néctar. Aquel jueves no regrese a casa, decidí ir de nuevo a verla y está vez en compañía de mi santo juicio.
Allí estaba con su cabello recogido en una cola rígida, tan rígida como su altivez y grisura. sus labios sutilmente pintados con el mismo tono de siempre, los lentes no estaban en sus ojos y me pareció extraño.
No habían muchos clientes y pude notar un sabor amargo en el ambiente, volví mis ojos para buscar su presencia y una marca morada en el ojo de Isabel, esa marca aún la llevo gravada como recuerdo imborrable.
Apreté el puño contra la mesa, decidido...
Y donde anda la Bella Atala?. Me gustaría seber saber si estás bien. Mi cariño y un abrazo grande
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